A 30 años de la muerte de José María Muñoz: la última transmisión desde una cama, un heredero en Hollywood y los años de oscuridad

158
0
Compartir:

El 11 de octubre de 1992, José María Muñoz pidió que le acercaran a la cama en la que agonizaba un ladrillo de 33 centímetros.

Con un hilo de voz, mientras le sostenían el Movicom bodoque, abrió la transmisión del Superclásico para Radio Rivadavia desde el sanatorio La Trinidad. Fue su último Boca-River. Intentó mirar el resumen de Fútbol de Primera por la noche, pero lo frenó una hemorragia digestiva. Murió a las 72 horas.

Una foto parece tener relieve, ser tridimensional, punzar al que la mira: Diego Maradona besando la frente helada del «Gordo», que duerme en su ataúd como descansando de tanto grito.

El hombre que pudo haber muerto de un paraguazo en la cabeza en 1968 en Inglaterra, cuando lo agredió un inglés desquiciado mientras relataba la final intercontinental entre Manchester y Estudiantes de La Plata, se fue con 68 años. La muerte ocurrió 22 años después del balazo que esquivó, luego de que un grupo de hinchas de Racing (en un Racing- River) le apuntara al entrecejo. La bala quedó incrustada en la cabina.

Al cajón se acercaron casi 1.000 personas. La primera corona que decoraba parte del Círculo de Periodistas Deportivos fue la del Presidente Carlos Saúl Menem. Llegaron otras 153, de planteles de clubes grandes y minúsculos. Lo lloraba en un arreglo floral hasta la Asociación de Fútbol de Japón.

Graciela Borges despidió el mismo féretro que acariciaron Marcelo Tinelli, Daniel Scioli, Amadeo Carrizo, Tito Lectoure, Carlos Fernando Navarro Montoya, Fernando Galmarini… El tránsito cortado, el cortejo rumbo a la puerta de Radio Rivadavia para hacer lagrimear al aire a Héctor Larrea. La voz callada para siempre todavía lanza la llamarada, extiende el dilema.

A 30 años de su muerte, JMM es la voz más cuestionada, el gol releído, el grito teñido por la oscuridad de un país que duele recordar. Muchos separan su legado radiofónico, comunicacional, de los años negros de dictadura; otros colegas, no: sienten imposible desmenuzar al creador y a sus convicciones, dividir su primer pasado del discurso de ese país sangriento del eslogan Los argentinos somos derechos y humanos.

Un mes y días antes de Qatar 2022 y esa fiebre que se estrenó con un álbum que nunca se llena, la figurita de «La garganta de América» parece quedar tan lejana como contradictoria. El hombre al que el periodista Daniel Lagares define como autor de «una literatura radiofónica de sintaxis lamentable, vocabulario mínimo y metáforas cursis pero eficaces, el que siempre faltó a la verdad gritando ‘peligro de gol’ apenas cruzada la mitad de cancha», es otra categoría para el histórico Juan José Moro: «El más grande, el que transformó las transmisiones deportivas».

«Yo le sugerí que saliera desde la clínica en lo que fue su última vez. Le armaron un estudio ahí por culpa mía», cuenta Moro, biblia del tenis, primer argentino que se jacta de haber usado celular en una transmisión deportiva, en 1988. «Murió feliz porque hizo lo que más quería hasta último momento. Con él se comete una injusticia. Lo suyo era una pelota en la cabeza, se embaló, pero los militares lo usaron. Tenía buen corazón, y cometió el pecado de hablar, en ese fanatismo ciego se equivocó».

​Para Enrique Macaya Márquez, ex integrante de La oral deportiva«se pueden dividir» las fronteras pre y post dictadura. «Él fue la voz del fútbol que irrumpió en una cancha con la misma delicadeza y violencia con que se juega al fútbol. Creía que tenía que ser oficialista», define. La profesión los unió mañanas, tardes y noches en Rivadavia, así como en la pantalla en ATC y en viajes a media decena de Mundiales. «Es difícil establecer si hubo una amistad, fuimos más que compañeros y menos que amigos. Siento que muchos de los que ejercen juicios no están en condiciones de hacerlos».

Afonía y barriletes cósmicos

Todo empezó con un pantalón roto. En su primera cobertura, en 1946, en cancha de Barracas Central, la prenda se enganchó en un alambrado y el tímido colaborador hizo su trabajo disimulado. Regresó más tarde a Radio Rivadavia tapándose una parte con un diario. Aquella fue su primera misión accidentada pero exitosa. Habría miles en 46 años de oficio y 9 Mundiales, y otros encubrimientos y fracturas.

-Se va a quedar afónico, José.

Eso le dijo el periodista Enzo Ardigó al «lisonjero de los jugadores», escuchándolo rugir en algunas de sus primeras transmisiones. «Mire, Enzo, agradezco consejos, pero prefiero seguir siendo como soy», respondió «El Gordo» alguna vez, y no hubo más discusión. El plan era gritar todo lo que quisiera, hasta que la garganta pasara factura.

Lo que le pasó factura fue, finalmente, el contenido de sus dichos más que la forma de gastar la voz. Hay un video de Víctor Hugo Morales que sorprende. Es el día de la muerte de Muñoz y lo entrevistan en la calle para Nuevediario«Al principio nos mirábamos con algo de resquemor, yo venía a pelearle un lugar y él era mi referente. Una de las cosas que me da pena es pensar que el próximo domingo no va a estar ese referente. Los años nos fueron dando una tranquilidad y un juicio especial en nuestra relación. Hemos terminado con mucha cordialidad. Yo tengo una pena muy honesta hoy. Verdaderamente siento que se ha ido un amigo«.

«Mis convicciones en algunos terrenos han sido otras. Hemos caminado por veredas distintas, pero soy un beneficiario directo de todo lo grande qué él hizo esta profesión», continuaba Víctor Hugo. «El relator de fútbol hoy es alguien más o menos importante, o por lo menos con penetración popular, y todo esto es, sin dudas, esencialmente gracias a él y a Fioravanti antes. Me parece que él es la cresta de la ola de esta profesión (…) Por la radiotelefonía ha hecho muchísimo y todos los que sigamos relatando fútbol siempre algo vamos a tener que reconocer que mucho se debe a José María».

Un disco de colección con los goles de Boca Juniors en el campeonato 1981 cantados por él puede conseguirse a cinco mil pesos en Mercado Libre, lo mismo que el vinilo del Mundial ’78, o un casete de México ’86. La nube guarda parte de su afonía y ese gol del siglo que quedó como en el olvido, encandilado por el barrilete cósmico viral de Víctor Hugo Morales.

Con VHM se juntaron amorosamente para la revista 7 días, en 1987.​ «Sé que buscaron un choque entre él y yo», aceptaba el señor del ta-ta ta. «Pero no repararon en que cuando vine a Buenos Aires, lo primero que dije es ‘no como vidrio’, y no voy a cometer el error de dejar expuesta la posibilidad de que alguien piense que pretendo llevarme por delante a una leyenda viviente del relato».

Así como el autotune en el trap y el reggaeton, la voz radial de José María tuvo durante un tramo de su vida «cámara”, un truco para hacerla más potente al que se acostumbraron sus oyentes. Así se lo escucha en el Azteca, en 1986, en el segundo gol de Diego a los ingleses, relato que vive como en un segundo plano, superado por la emocionalidad de su competidor.

En esa jugada Muñoz habla del «esférico», de «la mejor jugada de toda la historia», del «rey de la Copa del mundo» y hasta del recuerdo de «Capote» de la Mata, como si siguiera en sus comienzos, los cuarenta. El mundo eligió la cadencia y la poesía del uruguayo.

Más allá de sus años al servicio de la dictadura, Muñoz estaba acostumbrado a décadas de reprobaciones. Dante Panzeri lo definía como «un carrero puesto a orientar la cultura de un país», le recriminaba términos como «indiosincrasia» (por idiosincrasia) o pifiadas al estilo «harina de otro costado» (por harina de otro costal). En archivo son cientas las críticas de sus pares por su «modo de atentar contra el lenguaje». Hasta Any Ventura llegó a preguntarle sin ponerse colorada si se consideraba «mersa».

Herederos y obsesiones

Tiene una descendencia de bajo perfil, aunque hay una excepción. Padre de dos, su hijo Carlos Alberto -que siguió varias décadas sus pasos en Rivadavia- tuvo cuatro hijos. Uno de ellos, Alex, brilla como diseñador de ropa para estrellas de Hollywood. Se cambió el apellido a Vinash.

Muñoz nieto vive en Nueva York y llegó a acompañar al abuelo a las cabinas, pero el fútbol no prendió en él. Ex patinador sobre ruedas, campeón argentino, terminó en Holiday On Ice. Fue coreógrafo de patinaje sobre hielo y diseñador de trajes de ese deporte, y hoy sus diseños pueden ser usados por Paris Hilton, aparecer en Vogue o en los Golden Globe. Tiene una tienda en Greenport, Long Island. Eligió despegarse del «Muñoz» por algo más «gringamente» sonoro. Prefiere no participar de esta nota.

Compartir: