Los narcosubmarinos caseros que transportan cocaína de Sudamérica a Europa

Estoy a punto de subirme al primer «narcosubmarino» conocido que trajo cocaína de América del Sur a Europa.
Tiene 20 metros de largo, está construido con fibra de vidrio y, sorprendentemente, es casero.
Después de trepar a la parte superior, levanto la torcida tapa de la escotilla y desciendo al casco donde tres hombres sobrevivieron durante 27 largos días y noches, mientras navegaban por el Océano Atlántico justo debajo de la superficie donde chocan las olas.
Es estrecho, claustrofóbico e increíblemente primitivo.
La luz del sol intenta colarse por las débiles grietas de las paredes. Hay un timón, un par de diales básicos y una llave oxidada todavía encajada en el encendido.
El calor y el ruido habrían sido intensos cuando el motor en la popa del submarino quemaba los 20.000 litros de combustible almacenados a bordo.
La tripulación, formada por dos primos ecuatorianos y un ex boxeador español, partió de la selva brasileña y viajó primero a lo largo del río Amazonas.
Tenían barras energéticas, latas de sardinas y bolsas de plástico que usaban como inodoro.
Eso era todo lo que tenían. Aparte, por supuesto, de tres toneladas de cocaína valoradas en más de US$150 millones.
Pero esta no fue una misión lucrativa y encubierta perfectamente cumplida.
El viaje del submarino a fines de 2019 había sido rastreado por fuerzas seguridad, incluida la Agencia Nacional contra el Crimen (NCA) de Reino Unido.
Después de hundir la embarcación cerca de la costa de Galicia al enfrentar problemas, los hombres fueron arrestados y encarcelados.
Pero no es una reliquia de una batalla del pasado: es el símbolo de un fenómeno que crece en secreto.
El mes pasado, se descubrió otro submarino frente a la costa española, nuevamente en la región de Galicia.
«Desde hace más de 20 años los traficantes utilizan submarinos para llegar a África y Europa, pero estos dos son los primeros que hemos incautado», explica Antonio Martínez Duarte, Comisario Jefe de la Brigada Central de Estupefacientes de la Policía Nacional de España.
«Son muy difíciles de detectar», admite.
De hecho, se cree que se han lanzado cientos de submarinos caseros hacia Europa, que es el mercado de cocaína más grande después de EE.UU., y uno que está creciendo rápidamente después de reducirse durante la pandemia de covid.
Incluso se dice que en medio del Atlántico, alrededor de las Islas Canarias y las Azores, yace un cementerio masivo de submarinos de cocaína, hundidos deliberadamente después de que la droga fuera descargada con éxito.
Cada misión encubierta habría sido un gran triunfo para los equipos de mecánicos que construyeron silenciosamente sus embarcaciones en las profundidades de la jungla sudamericana, principalmente en Guyana y Surinam.
Aquí en España, sin embargo, como parte de la guerra mundial contra el narcotráfico, la policía proclama una gran victoria en su cuartel general en Madrid.
«Esta es una operación muy importante», dice el comisario Duarte. «Es la primera vez que encontramos en Europa una tonelada y media de pasta base de cocaína».
De hecho, dicen que desmantelaron el mayor laboratorio que se ha encontrado en el continente para convertir la pasta de coca en cocaína. Pero no es solo el tamaño del botín lo que es significativo.
«Esta operación también confirma los vínculos entre los delincuentes colombianos y mexicanos que se han sumado a las bandas españolas que trabajan en España», dice Duarte.
Claramente orgullosa de su trabajo, la policía transportó el contenido del laboratorio a una sala de conferencias de prensa para mostrárselo a los periodistas locales.
El hedor de la pasta de coca cruda, como el del vinagre, flota en el aire.
Se replicó el proceso de elaboración de la droga, con barriles de productos químicos, un microondas, una prensa hidráulica y balanzas, lo que refleja el viaje desde la pasta hasta el producto final.
En una mesa en el otro extremo de la habitación hay decenas de paquetes marrones, cada uno del tamaño de un ladrillo de una casa, adornados con el logotipo de Superman, el símbolo elegido por los traficantes que, sin duda, tenían una sensación de invencibilidad.