La marca que dejó Perú en Paul Gauguin (y la momia que lo hechizó)

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Se llamaba a sí mismo «salvaje», a pesar de que se movía en círculos que difícilmente podían calificarse de esa manera.

Creció entre la crema y nata de la sociedad, se hizo rico como corredor de bolsa y luego cambió ese mundo por el intelectual y artístico.

Incluso cuando abandonó la civilización que conocía en busca de «humanidad en infancia», escogió una colonia francesa en la que se beneficiaría de los privilegios del colonizador.

Pero sí había algo que lo marcaba como un relativo extraño en sus círculos europeos.

Eugène-Henri-Paul Gauguin, el artista francés cuya obra inspiró a toda una generación de artistas, tenía un poco de peruano.

Su bisabuelo materno, Mariano de Tristán y Moscoso, había nacido en Arequipa, en lo que entonces era el Virreinato de Perú, en el seno de una familia aristócrata de aquellas a las que se les solía llamar ‘ilustres’.

Aunque pierde algo de lustre al anotar que el hermano de ese bisabuelo se había negado a entregarle a su abuela, la destacada feminista Flora Tristán, el patrimonio que había heredado de su padre.

Eso a pesar de que Flora, desesperadamente necesitada, hizo el largo viaje de París a Perú para reclamar lo que le pertenecía.

15 años antes, en 1848, cuando Flora ya había fallecido y la situación en Francia amenazaba a su familia, su hija Aline Chazal se embarcó con el mismo rumbo y propósito.

Llevaba consigo a su hija Marie y a un bebé: Paul.

Y la acompañaba su esposo Clovis Gauguin, un periodista republicano vulnerable a persecuciones políticas, quien planeaba montar un diario en Lima.

Aline desembarcó en el puerto del Callao como una viuda desolada de 23 años y fue acogida por su poderoso tío abuelo, Juan Pío Camilo de Tristán y Moscoso.

Don Pío era un hombre orgulloso de ser descendiente de los Borja de Valencia, en cuyo linaje abundaban papas y cardenales, y hasta un santo.

Aunque nacido en Arequipa, se preciaba de tener sangre pura española y había sido el último virrey de España en Perú.

A pesar de haber luchado contra el Libertador Simón Bolivar, con el triunfo de la independencia había cambiado de bando y fungido altos cargos políticos en la nueva patria.

Fue él, el mismo que había recibido años atrás a Flora con amabilidad, pero se había quedado con su herencia, quien le ofreció a Aline, la hija de la desheredada, un hogar por todo el tiempo que deseara.

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